Los maestros

Era diciembre del 2018. Esa semana había terminado de rendir mi examen final para obtener mi título universitario, pero algo en mis estudios no encajaba con mi naturaleza y necesitaba cambiar de rumbo, un nuevo destino. Por dentro una corazonada palpitaba “vete lejos, muy lejos y deja todo atrás” pero me faltaba un pequeño impulso, necesitaba “un norte” Sabía que, antes de buscar respuestas afuera, debía encontrarlas dentro.

llevaba un año practicando los sueños lucidos, fascinado por la percepción alterada del tiempo. En los sueños, podía vivir un día normal y despertar tan solo un par de horas más tarde. Podía experimentar un sueño dentro de otro, llegar a conclusiones profundas, cerrando ciclos emocionales que despierto parecían imposibles.

Mi maestro me había enseñado una meditación que debe realizarse al cierre del ciclo lunar de diciembre, a plena luz del mediodía, recostado sobre la cama bocarriba con las palmas abiertas. Concéntrate en una única pregunta” me había dicho “Cuando llegues al cenit, en ese preciso momento de paz y absoluto silencio recibirás una sola palabra como respuesta. Todo lo demás será distracción, no olvides tener un amuleto cerca para protegerte.”

Acostado en la cama, comencé a concentrarme en aquellas dudas que nublaban mi alma. Tras unos treinta minutos, llegué a ese estado entre el sueño y la vigilia, donde el cuerpo se adormece, pero la mente permanece alerta. Los murmullos comenzaron, como voces lejanas e indescifrables, como si provinieran de una radio descompuesta.

Entonces lo vi. Con los ojos entreabiertos y mi cuerpo paralizado, distinguí algo en la silla donde había dejado mi viejo oso de peluche, el mismo que había acompañado mi infancia. Junto a él, una tenue figura luminosa, etérea, del mismo tamaño. La criatura semejante a una blanca lechuza susurraba mientras una agradable melodía flotaba en el aire. De repente, en un instante, la criatura me miró directamente a los ojos y antes de que pudiera reaccionar, se desvaneció.

Me desperté confundido. Eran las 13:24. A pesar de la extrañeza de aquel ser, qué podría jurar, poseía la misma presencia que cualquier animal, algo me decía que me estaba acompañando, así que decidí continuar. Me recosté, cerré los ojos y volví a caer en un profundo sueño.

Esta vez, me encontraba en un lugar paradisiaco. Un lujoso resort en lo que parecía ser cerca del caribe, con un clima cálido y un sol radiante. El complejo era de arquitectura colonial, de muros blancos, con tejados azules. Estaba recostado en una amplia habitación matrimonial, y al asomarme por el ventanal, pude ver una piscina con cascadas rodeada de palmeras. Todo era perfecto. Salí por el ventanal corredizo y me dirigí al edificio en frente a mi habitación. Atravesé otro amplio ventanal que me condujo a una sala con un jacuzzi emanando vapor. A la derecha, había una entrada a unos baños termales, y a la izquierda había un área de descanso.

Me senté en uno de los sillones, tratando de procesar dónde me encontraba. No recordaba cómo había llegado ahí. De repente, un grupo de cinco mujeres jóvenes, todas en batas blancas, entraron. Tres de ellas se dirigieron a las termas, mientras que las otras dos, una rubia y una morocha, se quitaron las batas y, completamente desnudas, se metieron en el jacuzzi, justo frente a mí. Era inevitable no fijarse en ellas. Entonces me percaté de algo, a pesar del clima cálido no sentía calor. Al ver mi mano izquierda también vi la manga de mi chaqueta, lo cual me desconcertó aún más al entender que todo este tiempo había llevado puesta mi ropa de invierno. Fue entonces cuando, la realidad cambió vertiginosamente.

En un parpadeo, me encontré en un restaurante de lujo, antiguo y sofisticado. Cortinas de terciopelo rojo, muebles de madera laqueada, candelabros y barandales de bronce. Estaba sentado a una mesa, justo en frente mío, dos personas, cada una cubriendo su rostro con un menú. Sin que haya ordenado nada el mozo tomó delicadamente mi carta de la mesa. Seguidamente ambos sujetos se revelaron, dos mujeres muy atractivas de unos cuarenta años, una rubia y una morocha, ambas vestían trajes de noche, uno negro y otro dorado que dejaban al descubierto sus escotes, además de un par de pendientes y un par de collares. Me tomó unos segundos darme cuenta de que eran las mismas dos jóvenes del jacuzzi, pero mayores.

Mi intuición me advertía y con desconfianza pregunté “¿cómo puedo saber yo, si esto es un sueño o no?” Las mujeres intercambiaron miradas y sonrisas cómplices. La morocha apoyó su copa sobre la mesa y con un gesto seductor, dijo: “Tócame”. Sin apartar su mirada sobre la mía extendí mi brazo para tocar su mejilla y bruscamente me tomó por la muñeca lo cual me dejó paralizado y sin aire. Lentamente colocó mi mano dentro de su escote. Su piel se sentía tan real, pero algo no cuadraba. “Esto es una ilusión”, declaré, retirando mi mano. Mantuve sobre ellas mi mirada hasta que todo comenzó a desvanecerse.

Un bocinazo me despertó. Estaba en mi auto, subiendo por la autopista, regresando a casa después de la universidad. Era un día gris por la tarde en hora pico. Al mirar por la ventanilla derecha, vi una serie de edificios monoblock. De repente, vi destellos en las ventanas seguidos por disparos , y las balas impactaron sobre el asfalto. Giré bruscamente a la izquierda para evitar la línea de fuego tomando el carril rápido, pero los autos que me perseguían intentaban acorralarme. Logré esquivar uno que rozó el espejo derecho, pero al volantear a la izquierda me distraje con el espejo retrovisor, sin percatarme de un auto que se desvió en contramano a toda velocidad. Sentí el impacto, el airbag estallando sobre mí, el parabrisas delantero astillado y empañado. Apenas consciente, observé como las gotas de lluvia se deslizaban por el cristal escribiendo “Hijo de puta, te diste cuenta” al cerrar los ojos una leve sonrisa se dibujó en mi rostro.

Desperté de nuevo en mi cama completamente entumecido y adolorido. Pero esta vez, no había murmullos ni confusión. Solo una palabra resonó en mi mente: “Precaución”.

Más tarde, mi maestro me explicó, riendo: “Muchacho, ten cuidado al tomar tu camino. Confía en tu animal guía, porque te hablará en cada decisión. Los no videntes lo llaman intuición. Y recuerda, hay maestros tanto arriba como abajo. La diferencia es que los de abajo cobran peaje”.

Al día siguiente, sin saber aún mi destino partí del continente confiando en que lo encontraría sin mirar atrás.  

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Kelly
Kelly
2 months ago

I love how this story talks about the idea of dreams within dreams and how they can change how we see reality. It shares stories of how we experience different layers of dreaming, each with its own unique feel. This idea is really interesting because it makes you wonder what’s real and what’s just in your mind.

I found this relatable because I used to practice lucid dreaming before, where I could control my dreams. The idea of having a dream inside another dream is fascinating, as it reminds me of how strange and mysterious our minds can be.

Also, the owl image at the end is really captivating. It has a dreamy, abstract style that makes it feel like it belongs in a surreal world. Well done! 👏